proyectos y cajones
He revisado unas ilustraciones que hice algún tiempo, y que iban a formar parte de un libro de relatos cortos, pero que finalmente se quedaron ahí guardadas en el cajón. Están hechas con tinta china, una técnica que no suelo utilizar mucho, pero que creí insustituible para este proyecto en cuestión. Trabajar con tinta, te permite jugar con su valor o luminosidad, según el pigmento esté más o menos diluido en agua, y al poder olvidarte del color -que es algo que a mi siempre me genera muchos interrogantes- se abren otras puertas diferentes a las que sueles tener entreabiertas. Hay como más aire entrando por la ventana, o esa es la sensación que yo tengo al usarla.
Las ilustraciones originarias, debían ser sencillas: esa era una de las premisas que yo misma entendí que debían cumplir. Las historias que acompañaban buceaban en la propia condición humana, y a veces los textos eran densos y complejos. Por eso, sugerir con la imagen era suficiente. De la interpretación subjetiva y personal de las historias narradas, surgían otras interpretaciones y significados para las ilustraciones, y viceversa.
Como los relatos no eran míos y finalmente el proyecto no se llevó a cabo, las ilustraciones se habían quedado huérfanas: esos múltiples significados que tenían cuando iban de la mano con las palabras, ya no estaban. Así que sin duda había que hacer algo con ellas. Sin pensarlo mucho y sin presionarme por el resultado, añadí, quité, superpuse, dupliqué. Combiné y me divertí.
Al final, la sensación que me queda, es que ahora me gustan más. Será que ha pasado casi un año, y todo se asienta. Os dejo un par de composiciones con algunas de las ilustraciones revisadas y reinterpretadas.
Esther
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